Siento tantas cosas, un menjunje de sentimientos
que me estremece el corazón y me debilita por completo. No es que no quiera
enamorarme, es que no llegó, todavía (sí, todavía), la persona correcta.
La ilusión que tenía, tan temprana,
tan distinta, se derrumbó como una pequeña torre ante mis pies. Se me hizo tan
fácil llegar hacia donde estaba, tan fácil fue el camino y tan cerca
veía el objetivo que me entregué por completo, sin dejar ninguna pieza de mí
misma para después.
Puse todas las fichas sobre la mesa y las moví
sobre el tablero con tanta decisión, con tanto entusiasmo, que no recordé girar
la cabeza para mirar hacia atrás ni un sólo momento. Lo tenía clavado en
mis pupilas a él, y en ellas se reflejaba el deseo de osadía y de viajes lejos
de un mundo que creía que iba a dejar cuanto antes.
Corrí rápido como en una carrera sin dejar de
acelerar, pero un piloto con tan poca experiencia ¿cómo no puede chocar
la primera vez que se sostiene al volante? Ni la firmeza con que lo
tomes, ni las expectativas, ni los sueños van a hacer que evites una caída.
Necesito no tropezar tantas veces como lo
hago, porque si de los errores se aprende yo ya aprendí demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario