Decir adiós es algo a lo que todos nos negamos. Despedirse es sentir que olvidás, porque borrar lo doloroso, es mejor que recordarlo. Despedirse es dejar que se vaya ese algo, ese algo tan maravilloso que cambió tu vida y tocó cada parte de tu ser, recorrió cada parte de tu alma y accionó cada uno de tus sentidos. Y ahí ves la razón de vivir, el sentido de existir. Que no es en vano, más bien es divino.
Morir es parte de la vida, es el último respiro. El comienzo de una eternidad en paz y el final de todo dolor.
Lo injusto es la enfermedad, lo injusto es la muerte de los inocentes, las balas sobre los pechos, la soledad, la depresión... ¿cómo no sentirle rechazo a la muerte? ¿CÓMO PODER DECIR ADIÓS?
AMANDO.
Amar no es aferrarse, amar es dejarlo ser. Amar es entender el destino que le toca a cada cual, amar es dejar ser feliz aunque duela, y dejarse ser feliz a uno mismo. Eso es amar.
Morir es parte de la vida, es el último respiro. El comienzo de una eternidad en paz y el final de todo dolor.
Lo injusto es la enfermedad, lo injusto es la muerte de los inocentes, las balas sobre los pechos, la soledad, la depresión... ¿cómo no sentirle rechazo a la muerte? ¿CÓMO PODER DECIR ADIÓS?
AMANDO.
Amar no es aferrarse, amar es dejarlo ser. Amar es entender el destino que le toca a cada cual, amar es dejar ser feliz aunque duela, y dejarse ser feliz a uno mismo. Eso es amar.
Y cuando uno ama, está diciéndole adiós al dolor ajeno, al sufrimiento, a la inexplicable y dolorosa enfermedad. Porque decir adiós es crecer.
Y allí es que entiendo que no hay que negarse a decir adiós. Hay que negarse a olvidar. Y cuando no olvidás, la presencia de ese ser es eterna.
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